Amazonas

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Nos deslizamos a través de la noche, bajo un toldo de estrellas, escuchando los sonidos de la selva. Estamos en la profundidad de la Amazonía colombiana, envueltos en una sonata de luna.

En la distancia las brillantes manchas de luz roja no pertenecen a un faro, sino al reflejo de los ojos un depredador. “La selva cobra vida por la noche.” dice Luis, nuestro guía, mientras navegamos a través de la oscuridad de la Laguna Tarapoto en busca del esquivo caimán amazónico.

Nos deslizamos a través de la noche, bajo un toldo de estrellas, escuchando los sonidos de la selva. Estamos en la profundidad de la Amazonía colombiana, envueltos en una sonata de luna.

En la distancia las brillantes manchas de luz roja no pertenecen a un faro, sino al reflejo de los ojos un depredador. “La selva cobra vida por la noche.” dice Luis, nuestro guía, mientras navegamos a través de la oscuridad de la Laguna Tarapoto en busca del esquivo caimán amazónico.

Leticia: puerta de entrada al Amazonas colombiano Nuestro viaje río arriba por el majestuoso Amazonas, comienza en Leticia. Esta comunidad de 40.000 habitantes es la capital del departamento del Amazonas y una parada obligatoria en la aventura de la selva. Sus calles, bordeadas de palmeras y tiendas, ofrecen toda clase de esparcimiento al viajero, y hay varios restaurantes encantadores en la ciudad, como “Tierra Amazónica”, con sus especialidades de pescados dorado y pirarucú.

Su puerto, al cual se puede llegar fácilmente desde el centro de la ciudad, ofrece a los turistas la posibilidad de estar en varios países en un solo día. Tabatinga, en el Brasil, está unido a Colombia por carretera, y esta frontera abierta hace de las compras una experiencia única. Puedes buscar tiendas de chocolates donde venden cacao puro o deambular por cualquiera de los supermercados donde hay arrumes hasta el techo del licor típico de Brasil cachasa, para luego preparar caipirinhas, mientras descansas en un alojamiento selvático y disfrutas de la caña de azúcar y los espléndidos atardeceres amazónicos.

Nuestro viaje nos lleva a Perú, a la reserva natural Yuvari-Tucano. Después de unas formalidades sencillas de pasaporte en Santa Rosa, al otro lado de Leticia, navegamos en un cómodo barco de río, con el sol pegándonos de frente. Nos rodea por todas partes el agua, ese dios color castaño que es el Río Amazonas. Nos pasan barcos de todos los tamaños, algunos cargados de madera, ganado y gasolina, otros deteniéndose a lo largo de la orilla con su carga de frutas y pasajeros con parasoles. En este reino verde hay civilidad. La gente nos saluda con la mano desde las rizadas olas.